La poética y reflexiva letra profundiza sobre la búsqueda del amor, como método de supervivencia ante las tormentas emocionales de la vida, en una canción en la que la lluvia, en muchas ocasiones asociada con la melancolía y la tristeza, es por el contrario un símbolo de liberación y de crecimiento personal y emocional. Esa evolución y crecimiento se traslada también a la estructura melódica de la canción, que va creciendo en intensidad conforme va avanzando hacia su clímax, con la incorporación gradual de los teclados y de las diferentes capas de guitarra eléctrica.
La producción de la canción es detallista y exquisita, permitiendo que cada instrumento tenga su espacio y encaje a la perfección con el resto, solapándose y entrelazándose en una mezcla brillante y armoniosa que, a día de hoy, sigue sonando con la misma intensidad y fuerza que en el momento de su publicación, y que es un fiel testimonio del virtuosismo y el cuidado que Led Zeppelin puso en la construcción de cada una de las piezas de su intensa discografía.
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