miércoles, 17 de junio de 2020

Iron Maiden - Live after death (Mes Iron Maiden)

"Que no está muerto lo que yace eternamente, y con el paso de los eones aún la muerte puede morir..."
Ciudad sin nombre, H.P. Lovecraft
  
Esa es la inquietante frase que puede leerse en la lápida de la tumba de la que Eddie, la mascota del grupo, sale en la portada de Live After Death, en una especie de renacimiento de entre los muertos. Esta enérgica y visual vuelta a la vida, obra de Derek Riggs, su creador y diseñador habitual hasta 1992, nos transmite que el poderío musical de la banda está de vuelta, en forma de trepidante disco en directo, grabado en el Long Beach Arena de Los Ángeles. Esta "falsa resurrección" era en realidad una confirmación de un estado de gracia, ya que la banda atravesaba uno de sus mejores momentos, con el reciente disco Powerslave (1984) que promocionaban en la gira “World Slavery tour” de la que saldría este "directo después de la muerte", en el que despacharon con increíble calidad y fuerza algunos de los mejores temas de su carrera hasta el momento. Estamos ante uno de los mejores discos en directo de la historia, y probablemente uno de los pocos que, además, mejoran los originales en algunos de los temas. Si esto es lo que nos traen los Maiden después de la muerte, pido de antemano disculpas por la referencia a una irreverente y olvidable película, pero yo solo puedo decirles que, definitivamente, "La muerte os sienta tan bien".


LIVE AFTER DEATH (1985)

El álbum comienza con Aces High, que arranca tras el discurso de Winston Churchill al pueblo británico en 1940 desde la Cámara de los Comunes, ante el inminente bombardeo de Londres por parte de la aviación nazi en la Segunda Guerra Mundial:


"… Iremos hasta el final, pelearemos en Francia, pelearemos en los mares y océanos, pelearemos con creciente confianza y creciente fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla, cueste lo que cueste, pelearemos en las playas, pelearemos en las pistas de aterrizaje, pelearemos en el campo y las calles, pelearemos en las colinas, nunca nos rendiremos…"
 


A la altura del "nunca nos rendiremos", o incluso desde las primeras palabras de la famosa arenga, un cosquilleo nos recorre el cuerpo, ante lo que sabemos es la eminente llegada de la batería y la guitarra de apertura de uno de los temas míticos de la banda. En una de las mejores aperturas de concierto de la historia de la música, tras este enérgico y patriótico tema, llega la no menos mítica 2 minutes to midnight y, sin posibilidad de respiro, atacan después la irrepetible The Trooper. Como si fueran conscientes de que semejante shock podía desbordar las consultas de los cardiólogos de Los Ángeles, bajan algo el ritmo, que no la calidad, con el tema Revelations,  y tras una buena revisión del tema Flight of Icarus, el disco vuelve a la senda del excelso nivel, y de la épica de alto voltaje, con Rime of the Ancient Mariner, una maravilla irreprochable a lo largo y ancho de sus 13 minutos.



A partir de ahí, y como ya nos había avisado Winston Churchill, "no nos rendiremos nunca". El pistón ya no bajará, y los rotundos temas irán cayendo uno a uno como fichas de domino. Empezando con Powerslave, de cuyo impacto no llegas a salir porque al instante suenan los memorables acordes del inicio de The Number of the Beast, y cuando piensas que no es posible superar lo insuperable, compruebas que aún se puede volar más alto, porque suenan las fúnebres campanas de esa joya absoluta que es Hallowed be thy Name. Simplemente no hay palabras para definir una de las mejores canciones de la historia del rock.

El increíble derroche de calidad y decibelios no podía quedar en el anonimato, por lo que, a continuación, sacan pecho con la homónima Iron Maiden, antes de huir desesperadamente hacia las colinas en Run to the Hills, para llegar al lugar en el que, por fin, poder correr en libertad al ritmo de Running Free, el gran final de este impresionante cuento épico, presentado bajo la forma de tremendo disco en directo, y del no menos impactante documental de promoción.


Pero nosotros queremos más, y como en la edición de 1998 se incluyeron cinco temas adicionales, grabados en la misma gira en un concierto anterior en el Hammersmith Odeon de Londres, hemos decidido que iremos hasta el final, como el chico airado de Wrathchild, para seguir peleando en las calles, incluyendo una breve parada en el 22 de Acacia Avenue. Pelearemos en los mares y océanos, defendiendo a los hijos de los condenados (Children of the Damned), defenderemos nuestra isla, cueste lo que cueste, hasta morir con las botas puestas (Die with your boots on), y nunca nos rendiremos… aunque todo se acabe, incluyendo este enorme disco, que se apagará inevitablemente con los últimos compases de Phantom of the Opera, otro de los grandes temas de la banda, que nos lleva en volandas hasta el final, con creciente confianza y fuerza en el aire, a bordo del bombardero en el que nos devolvieron a la vida después de la muerte.

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