Los Sabbath decidieron "volver a la vida" en el Reino Unido, y alquilaron un estudio de grabación en un castillo en Gloucestershire, en el que otros grupos de la talla de Led Zeppelin o Deep Purple se habían aislado a componer y grabar temas, y en el que incluso creyeron ver un fantasma una noche mientras grababan en la armería del castillo. Fantasmas aparte, el ambiente tétrico y medieval les ayudó a despejar la mente, impregnó las nuevas composiciones de la atmósfera siniestra que tanto les había costado recuperar en Los Angeles, y salvó a una banda en su momento creativo más bajo y casi al borde de la descomposición.
Esa vuelta de los infiernos queda reflejada a la perfección en "Killing yourself to live", compuesta por el bajista y tecladista Geezer Butler mientras se recuperaba en el hospital de los problemas de riñón que le había producido su excesivo consumo de alcohol. Butler reflexiona sobre los efectos de tanto abuso y la proximidad de la muerte, y la posterior vuelta de los infiernos, en una resurrección que fue en realidad un efímero espejismo, porque en el castillo el alcohol y las drogas siguieron estando a la orden del día, y los miembros de la banda aún recuerdan aquellos días como "el principio del fin" de aquella formación de Black Sabbath.
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