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viernes, 10 de noviembre de 2023

Disco de la semana 352 - The Ballad of Darren - Blur



Cuando una banda regresa tras muchos años de inactividad o separación, es habitual que el disco que traigan debajo del brazo sea una mirada al pasado, en un intento de reverdecer los laureles de discos anteriores y ya muy lejanos. El gran valor de "The Ballad of Darren" (2023) es precisamente que, en el regreso de Blur tras los 8 años transcurridos desde "The Magic Whip" (2015), que a su vez fue también un retorno tras los doce años que lo separaban de "Think Tank" (2003), no busca replicar los esquemas del pasado. Muy al contrario, el nuevo disco de Albarn y compañía es un honesto y valiente ejercicio de presentación del momento vital de unos músicos que lo han vivido casi todo y que, con el paso de los años, tienen otras cosas que ofrecer.

Lo primero que nos encontramos al abrir el disco es la portada, que inevitablemente recuerda al disco "The Great Escape" (1995) por la temática común de mar y deportes acuáticos, pero mientras que los personajes de aquella portada estaban disfrutando de lo que parecían unas despreocupadas vacaciones, el "Darren" que suponemos protagoniza la portada actual está nadando solo en una piscina, mientras al fondo, en el mar, parece avecinarse una gris tormenta. Y de eso va esta singular "balada" convertida en disco, de la exploración de las complejas consecuencias de la "tormenta" emocional que supone toda ruptura sentimental. Aunque el protagonista sea "Darren" (el guardaespaldas de Damon Albarn) es el propio Damon el que, como responsable de la mayor parte de las letras de la banda, se sincera abiertamente y deja que sus emociones y pensamientos empapen de melancolía y belleza a las canciones del disco.

El álbum arranca con la suave intro de piano de "The Ballad", a la que le sigue la cada vez más cálida y profunda voz de Damon Albarn, en un medio tiempo que ya nos deja claro que hay heridas que curar, pero lo hace sin caer en la monotonía ni en una excesiva tristeza, reciclando una composición que Damon Albarn tenía inconclusa y que ya aparecía, a grandes trazos, con el título de "Half a Song" ("Media canción") en su colección de demos "Demo Crazy" (2003). Aquí, la acaba y la mejora, dándole un toque más sombrío y melancólico que nos recuerda al mejor Scott Walker y a alguno de los muchos "Bowies"

Tras este brillante comienzo, "St. Charles Square" no termina de convencer del todo, y no porque no sea una excelente canción (de hecho, es una de las elegidas como single), pero quizá sea la única canción que sí se plantea repetir la fórmula del éxito pasado, convirtiéndose en una isla extraña de energía y distorsión en mitad del melancólico mar que reina en el disco. Sería injusto no valorarla individualmente, porque al hacerlo vemos que es un claro hit marca de la casa, plagado de los característicos ramalazos de la guitarra de Graham Coxon, que recuerdan al "It's no game" de David Bowie, pero dentro de un disco como éste, corta abruptamente la dinámica de melancolía y delicados arreglos de la obra en su conjunto.

Tras este pequeño "sobresalto", llega una de las mejores canciones del disco y de toda la discografía de Blur, la aritmética y a la vez intensa "Barbaric", una joya de pop melódico y maduro con un estribillo antológico, del que es imposible no hacer mención al reseñar este tema, no solo por lo pegadizo del mismo, sino por la manera tan madura en la que afronta el tema de la ruptura sentimental, desde la tristeza y la añoranza, consciente de que es a dónde la vida les ha llevado a los dos, y lejos de cualquier atisbo de rencor o despecho: "Hemos perdido el sentimiento que pensamos que nunca perderíamos, ¿A dónde vamos ahora? ¿Y a qué precio? El sentimiento que pensamos que nunca perderíamos... Y es una barbaridad" .

No es una joya aislada, porque a continuación llega "Russian Strings" similar en brillo y si cabe aún más profunda en lírica y letra, expresando como ha encarado la separación: "Volé a Belgrado, me alojé en un hotel, ahogándome...". La guitarra de Graham Coxon brilla aquí sin estridencias ni distorsiones, al servicio de la canción y no por encima de ella, logrando un resultado realmente brillante, y especialmente apreciable cuando queda desnuda en los acordes finales de la canción. Con el eco del bello sonido de las notas de la guitarra, "The Everglades" nos pilla ya entregados a estos Blur maduros y profesionales. Con cierto toque acústico y unos bellos arreglos de cuerdas, la canción se inspira en la sobriedad y la profundidad de la música y las letras de Leonard Cohen.

"The Narcissist" es la siguiente joya en salir a la palestra, y la única razón por la que no nos sorprende tanto es porque fue el tema primer tema de "The Ballad of Darren" que se dio a conocer en radios y redes sociales, un redondo tema pop que no pierde el sentimiento de otros temas más calmados del disco. Le sigue "Goodbye Albert", un tema en el que los teclados y la guitarra recuerdan a canciones del pasado de la banda, pero de nuevo aportando un tono más triste de lo habitual y unas letras que son todo un ejercicio de nostalgia de tiempos pasados.

"Far away Island" habría encajado a la perfección en los discos de Damon con "The Good the Bad and the Queen" o más aún en en su trabajo en solitario "The nearer the fountain, the more pure the stream flows" (2021), y es una deliciosa pieza a ritmo de vals sobre el desarraigo y la nostalgia del que mira hacia atrás y contempla lo lejos que está del que un día fue. Algo más luminosa es "Avalon", que va creciendo de la balada al rock suave y melódico, apoyada en una destacable sección de vientos y en las notas del piano de Damon Albarn, omnipresente en la mayor parte del disco. 

No queremos que llegue el final, pero enfrentarnos a ese sentimiento es más dulce con una canción como "The heights", una balada-himno a la altura de los clásicos "To the End" o "This is a low", con un excelente trabajo de batería de Dave Rowntree y un inesperado cierre que recuerda a la caótica orquesta de "A day in the life" de The Beatles. ¿Qué más se puede pedir? Que no tarden otros ocho años en entregar una obra de estas proporciones, un disco intenso y honesto con el que nos han salvado un 2023 que musicalmente estaba resultando anodino y bochornoso, y del que hemos podido refrescarnos gracias a Darren y la soledad de su piscina, conscientes de que, por más que pase el tiempo, Blur sigue despertándonos un sentimiento que pensamos que un día perderíamos. Lo siguen haciendo, y es una barbaridad.

martes, 19 de abril de 2022

Grandes éxitos y tropiezos: Blur


Toca el turno en Grandes Éxitos y Tropiezos de analizar la discografía de una de las bandas más míticas del denominado "brit pop" de los años noventa. A lo largo de su trayectoria, y como corresponde a músicos tan inquietos como Damon Albarn o Graham Coxon, se han alejado de las restricciones de esa etiqueta, y ese esfuerzo por ampliar la paleta de colores y estilos ha tenido también diferentes resultados. Estas son nuestras recomendaciones para todo aquel que quiera adentrarse en el "borroso" universo musical de una de las mejores bandas que nos ha dado el Reino Unido:


Estás tardando en comprarlo:


Parklife (1994),
el segundo disco de la "trilogía inglesa" es una ácida descripción social de las costumbres, los estereotipos y las contradicciones de la Inglaterra de los noventa. Los textos de Albarn rezuman ironía, y están además apoyados en una brillante envoltura musical que lleva a la excelencia la mezcla entre el particular estilo de la banda, heredero de las propuestas conceptuales y sonoras de The Kinks en los setenta, con tramos en los que, ya sea de manera satírica o como homenaje a la tradición y el folclore ingleses, suenan como si el circo ambulante acabara de hacer su entrada triunfal en Londres. Considerado de manera casi unánime como la obra maestra del grupo por temas tan rotundos como Girls & Boys, Tracy Jacks, End of a Century, This is a low o la propia Parklife. Disco imprescindible para acercarse por primera vez al grupo, salvo que queráis escuchar la destacable trilogía en orden, empezando con el prometedor Modern Life is Rubbish (1993)que ya contenía los ingredientes que después se perfeccionaron en Parklife, y terminando con The Great Escape (1995) un buen disco con incluso con algunos hits comerciales relevantes (Country House, Charmless man, The Universal), pero en el que quizá la fórmula empezaba a dar algunos síntomas de agotamiento en otras canciones más prescindibles.

Si te queda pasta, llévate también:

Blur (1997) marca el comienzo de la huida del grupo de la etiqueta de grupo de "brit pop" impuesta por la prensa, y la búsqueda de nuevos horizontes y temáticas para su música. Influenciados por bandas como Pavement, endurecen su sonido y encriptan sus letras, entregando grandes temas como Beetlebum y Song 2, nuevos himnos imprescindibles de la banda, y un disco que está entre los más populares y destacados de la banda. Pueden incluirse aquí también otros discos interesantes como Think Tank (2003) que sin ser de los mejores álbumes del grupo, y adoleciendo de la ausencia del guitarrista Graham Coxon, tiene una atmósfera conceptual antibélica y apocalíptica bastante interesante, y el hasta ahora último disco de la banda, The Magic Whip (2015), con el que sorprendieron a propios y extraños cuando ya no se esperaba una nueva entrega de Blur. La cancelación de algunos conciertos de la gira en la que se habían embarcado, entre proyectos de Damon Albarn con Gorillaz y de Graham Coxon en solitario, les dejó unos días libres en Hong Kong. Pasaron el tiempo ensayando e improvisando, y Coxon se llevó las cintas y trabajó con ellas en solitario, para después reunir a los demás y convencerles de que tras aquellas sesiones se escondía un gran disco. Albarn se puso entonces a trabajar en las letras y después entraron al estudio para hacer realidad un disco de cuidada producción y canciones de gran calidad y madurez compositiva. Un gran regreso, y un digno final, si no se animan a retomar la nave nodriza de nuevo.   


Vuelve a dejarlo en el expositor:

Caen en esta casilla negativa dos discos de la banda. Empezaremos mencionando el insulso debut que fue Leisure (1991), no es un mal disco pero el sonido es demasiado espeso y carente de sorpresas, y se nota que la banda anda buscando su identidad y su sitio en el mundillo discográfico. Influenciados por la por entonces ya moribunda escena shoegazer, no aportan nada nuevo en un disco correcto pero en el que es demasiado evidente que no tienen un rumbo claro. El segundo disco a dejar en el expositor es "13" (1999), que paradójicamente contiene algunos grandes éxitos de la banda como Tender o Coffee & TV algunas de las mejores canciones de la banda, pero salvo en contadas excepciones (Trimm Trabb, No distance left to run) el enfoque oscuro y experimental resulta difícil de digerir, y la extraña y lisérgica instrumentación de las canciones no pasa de ser la maraña en la que ocultar un conjunto de temas más flojos y en general poco trabajados. Así que vuelve a dejarlo en el expositor, y llévate los que de verdad interesan.

 
Nuestro TOP 5
 
1.- Girls & Boys
2.- The Universal
3.- Beetlebum
4.- Out of time
5.- Tender

viernes, 4 de junio de 2021

Disco de la semana 228: Love travels at illegal speeds - Graham Coxon

 


No debe ser fácil abandonar la seguridad de un grupo de éxito para lanzarse a vivir la aventura de una carrera en solitario. No si, además, estás dejando atrás a compañeros a los que conocías desde el colegio. Y a pesar de esas dificultades, a veces uno tiene que hacer lo que le dicta el corazón, desobedeciendo a lo que para otros sería lo que dictaría la cabeza. Eso es lo que hizo Graham Coxon, guitarrista de Blur, que cansado del rumbo que su amigo de la adolescencia Damon Albarn imprimía a la nave nodriza tras superar los efímeros mares del brit-pop, decidió lanzarse al agua y nadar hacia las orillas del punk rock desenfadado y sin pretensiones.

Alcanzar las cotas de popularidad a las que llegaron los autores de "Parklife" o "The Great Escape" era una empresa imposible, pero eso no significa que el bueno de Graham Coxon, con su aspecto desaliñado y sus gafas de pasta, y su particular e inconfundible estilo con la guitarra eléctrica, no haya entregado un buen puñado de discos destacables, incluyendo la banda sonora de las dos entregas de la serie "The end of the f***ing world"  y Love travels at illegal speeds (2006), su sexto álbum en solitario y disco de la semana 228 en 7días7notas.

"El amor viaja a velocidades ilegales", como lo hacen las canciones de este disco desenfadado y urgente, en el que la guitarra punk rock de Coxon ocupa un lugar predominante, y en el que además su protagonista da rienda suelta a su faceta compositiva en solitario, con un buen puñado de canciones eléctricas y divertidas, plagadas de letras sobre relaciones de pareja que no siempre acaban bien (Standing on my own again) o fugaces encuentros en los garitos de la noche londinense, oscuros laberintos en los que el deseo puede hacer que caigas en las garras de peligrosas vampiresas (I can't look at your skin) o liberadas novias infieles (Don't let your man know).

Tras un breve receso (Just a state of mind es una de las pocas canciones que nos recuerdan su pasado en Blur), la jovialidad y el descaro a la hora de contar experiencias de pareja continúa en la pegadiza You and I, y en el acelerado ritmo de Gimme some love. El eterno adolescente de las gafas de pasta y los arrebatos guitarrísticos hace su aparición en I don't wanna go out, en la que clama a los cuatro vientos que no sabe si entrar, salir, ir de frente o darse la vuelta. Una sensación que todos hemos tenido alguna vez en la adolescencia, y que quizá él tuvo en el difícil momento de lanzarse al vacío, pero canciones como Don't believe anything I say o Tell it like it is son lo suficientemente brillantes como para asegurarle una red de seguridad que aguante cualquier caída.

Flights to the sea marca un nuevo momento de transición y calma, antes de adentrarse de nuevo en terrenos cercanos a los Blur más fiesteros (What's he got), antes de remontar el vuelo con la garajera You always let me down, y cerrar el disco con la sinuosa rítmica de See a better day. Con canciones y discos así, para Graham Coxon sin duda los días mejores habían llegado de nuevo, después de un largo viaje para empezar de nuevo, en el que por momentos alcanzaría las "velocidades ilegales" que proclamaba este disco.