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viernes, 5 de julio de 2019

El disco de la semana 134: The Good, the Bad and the Queen




Un artista es su obra. Y el público es soberano. Nunca dos frases hechas tuvieron juntas tanto sentido, como al referirnos a este disco. Ambas son la razón por la que el grupo "The Good the Bad and the Queen" se llama así, aunque realmente ese fuera simplemente el nombre del disco y de la brillante canción que lo cierra, y la banda se creara originariamente sin un nombre.



Ocurrió entonces que, entre todos, decidimos llenar el vacío y la extrañeza que nos producía seguir a una banda sin nombre, y asumimos fácilmente que ellos eran su disco. Un músico es, al fin y al cabo, su obra, así que no se hable más, el público es soberano y Damon Albarn (líder de Blur y Gorillaz), Paul Simonon (bajista de The Clash), Simon Tong (guitarrista de The Verve) y Tony Allen (batería de Africa 70) son "The Good, the Bad and the Queen" desde que en 2007 publicaron su obra maestra histórico - conceptual sobre la vida en un Londres apocalíptico.

Todo el disco gira en torno a la vida de la gente común y corriente en las calles de Londres, viviendo su humilde día a día mientras los políticos les meten en guerras que no han pedido y les niegan las pocas oportunidades de mejora. Las canciones reflejan la melacolía, la desilusión y la añoranza de un futuro mejor que van creciendo poco a poco en las calles. Estamos ante un disco de atardeceres otoñales en los canales y las fábricas de la ciudad, de hastío y desesperación bañados en pintas al calor del pub de la esquina, en el marco de una bella ciudad que se ha visto afeada por el clima, la inundación de drogas en los barrios pobres y la bajeza de sus políticos.

El disco arranca con la sencillez de la repetitiva guitarra y los sonidos de organillos de "History Song", a la que le sigue la nostálgica "80s life", mirada melancólica al pasado por el miedo a la guerra y a un futuro incierto. Musicalmente, tiene un tono más alegre y luminoso marcado por el piano de Damon Albarn y los efectos de sonido que salpican el tema. Ya empieza a dibujarse en nuestra mente el tipo de mundo apocalíptico que nos están presentando, pero es en "Northern Whale" dónde esa imagen se vuelve aún más nítida y potente gracias a la historia de una ballena del Norte que ha quedado varada en las aguas del Támesis. 

Para describir este paisaje sonoro y lírico, nada mejor que las letras de las canciones del disco, lo vemos en "Herculean", la canción que fue single de adelanto de esta espectacular obra:

"Sobre el oscuro canal,
junto a la refinería de gas,
celebrando la marcha de los fantasmas
que aparecen cuando el amor duele
Y el camello pasa por aquí,
todos los días, todas las semanas (...)
Por la mañana, nos lavamos la cara para ir al trabajo,
No hay peligro alguno.
Y todo se vuelve mejor cuando la vida continúa,
es algo más grande que tú, es el estado de bienestar
Seguiremos cantando que no es demasiado tarde para tí"

Ese estado de bienestar impuesto por los medios de comunicación, esas voces apagadas a base de inundar de drogas los barrios en los que pudieran surgir las protestas, se reflejan en lo más profundo de la desesperación del personaje que da voz al "reino de la desesperación" (Kingdom of Doom):



Viernes por la noche, en el reino de la desesperación
los cuervos vuelan a través de la habitación
Sobre todo ahora, hay un sonido en el cielo:
sigue todas las reglas y no preguntes por qué
Y cuando el atardecer del mundo comienza,
convirtiéndose en la noche,
veo todo en blanco y negro y entonces...
Bebo todo el día, porque el país está en guerra.




El disco entra entonces en una zona más sosegada con temas como "Behind the Sun", con cierto toque a Beach Boys pero manteniendo el tono taciturno y melancólico. "The Bunting Song" recupera el halo de misterio y el sabor a canción tradicional, mientras "Nature Springs" vuelve a la línea de guitarras leves y agradables, para romper al final en un amasijo de silbidos, violines y chirriantes efectos. La sencillez y los arreglos de cuerdas de "A soldier's tale" nos traen la esperanza y la defensa de un modo de vida en contacto con la Naturaleza, pero en el fondo ese tipo de vida nunca estará al alcance de los habitantes del reino de la desesperación.

Nadie escapa a la trampa de la rutina de cada día, le ocurre al bueno, al malo y a la reina por igual. Es precisamente en "The good, the bad and the queen" dónde el título de la obra cobra sentido. El sentimiento que intentan transmitir estas canciones puede ser aplicable a cualquier hijo de vecino, y al reconocernos en alguno de sus versos empezamos a vislumbrar la realidad en la que estamos atrapados, la rutina controlada por un gobierno al que le conviene que las drogas mantengan a la masa social suavemente adormecida:

Voy caminando hacia la parte alta de la ciudad,
 pero sé que es el lugar en el que debo estar.
Las calles están en silencio
y nadie dice nada en ellas
El sol sale entre las nubes y recarga los satélites
Recuperamos nuestra energía y comenzamos a hablar de nuevo
Es la bendita rutina para el bueno, el malo y la reina
Saliendo de los sueños sin daño físico alguno.
No echéis fuera a los camellos, son parte del partido político.
Los niños nunca se cansarán, porque todo se ha calmado lentamente...

Y cómo no podía ser de otra manera, el disco culmina en un apocalíptico final de sonido enloquecido y ascendente, en el que los cuatro músicos llevan sus instrumentos hasta el límite de lo físico y lo posible, transmitiendo al oyente la angustia y la rabia a través también de la música, y bajando magistramente el telón de la historia de un disco espectacular y fallidamente anónimo por decisión soberana.