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jueves, 12 de marzo de 2020

La música en historias: El guardaespaldas de Prince



La vida de un guardaespaldas puede ser bastante incómoda, adaptando el día a día al de otra persona, con dedicación continua y con un alto nivel de riesgo en la mayor parte de los casos, pero también puede dar lugar a anécdotas y vivencias curiosas, como las que Hucky Austin cuenta en el libro "Prince" de Mobeen Azhar sobre el excéntrico y genial músico. He seleccionado, para esta ocasión, dos anécdotas que me parecen relacionadas, si pensamos en las ventajas y desventajas de usar sudaderas con capucha:

Hucky y Brown Mark 1984
Hucky Austin llegó a ser un profesional del mundo de la seguridad con más de 20 años de experiencia, pero en 1982 era un estudiante en su primer año de universidad. Era el mejor amigo de Brown Mark, el bajista de Prince en los primeros años 80, y con el permiso de su amigo acudía periódicamente al almacén en el que Prince y su banda ensayaban las canciones de la gira del disco 1999, que acababan de terminar. El joven Hucky asistió absorto a cada uno de los ensayos y, transcurridos varios meses, un día finalmente Prince se le acercó y le saludó por su nombre, con la familiaridad de quién estaba saludando a un colega cercano. Desde aquel momento Hucky se planteó el objetivo de convertirse en miembro del equipo de guardaespaldas del príncipe, y lo consiguió para la gira del disco siguiente, Purple Rain.

Nadie imaginaba, por entonces, la repercusión que aquel disco tendría, y la gira consiguiente se convirtió en un baño de multitudes, en el que los guardaespaldas trabajaron a destajo. Con el disco ya triunfando en todas las emisoras, y la película a punto de estrenarse, Prince era ya un ídolo de masas que tenía bastante complicado el mero hecho de pasear por la calle o dejarse ver en público pero, estando en Texas, su gira coincidió con la de los Jacksons, con Michael Jackson a la cabeza, y quiso ir a verles a un estadio repleto con 80.000 asistentes.




"Big Chick" Huntsberry
El jefe del equipo de guardaespaldas, Charles "Big Chick" Huntsberry, visiblemente preocupado,  repitió sin cesar en los momentos previos: "Hagáis lo que hagáis, no corráis". Había que mantenerse juntos y atentos en todo momento. Prince llevaba una sudadera con capucha para no ser reconocido, y todo iba bien hasta que, nadie sabe bien por qué, se quitó la capucha, ante la mirada aterrorizada del equipo de guardaespaldas, y pocos segundos antes de que un sonoro grito de "¡Es Prince!" desatara la histeria entre la multitud cercana. Escaparon ilesos del tumulto, pero Prince no escapó a la bronca que "Big Chick" Huntsberry le dedicó en el exterior del estadio. Prince se excusó diciendo que lo sentía y que no lo volvería a hacer. Realmente, no le hacía falta volver a hacerlo. Acababa de comprobar que su equipo de guardaespaldas era efectivo en situaciones extremas, y desde entonces respetó sus indicaciones.

Al llegar el estreno de la película, se concentraron todos en el hotel Westwood Marquis de Los Ángeles, en las horas previas a la puesta de largo del film en el Mann's Chinese Theatre. El hotel estaba lleno de celebridades invitadas al evento, y Hucky se cruzó en el vestíbulo con Peabo Bryson, por entonces un conocido cantante de soul y R&B en Estados Unidos. Bryson confundió a Hucky con un posible fan y bajó la mirada, cubriéndose la cara para evitar un posible saludo. De haber tenido una sudadera con capucha, seguramente se la habría puesto.

Prince y Hucky, 1988
Hucky había ido ganando en confianza con Prince, por lo que en cuanto tuvo ocasión le contó aquel encuentro. Ese mismo día, mientras le acompañaba en el ascensor del hotel, las puertas se abrieron y Peabo Bryson entró, percatándose de que aquel supuesto fan era en realidad el guardaespaldas de Prince. Miró a Hucky y después a Prince, pero éste bajó bajó la mirada, y se cubrió la cara como si estuviera evitando un posible saludo. "No ofendas a mis guardaespaldas" fue la enseñanza que Peabo Bryson sacó de aquel ascensor, mientras Prince le dedicaba a Hucky una sonrisa maliciosa.

lunes, 3 de febrero de 2020

Canciones que no soporto: Gett Off, Prince

Diamonds & Pearls


Voy a hablar de otro de esos temas que no soporto, lo que no significa en absoluto que el tema esté exento de calidad, que la tiene y de sobra. En esta ocasión se me planteaba un problema, pues el artista del que voy a hablar es uno de los grandes fetiches de nuestro querido Nevermind, y hablo con conocimiento de causa, pues como ya he comentado alguna vez, Nevermind, Chema y yo hemos crecido juntos, por lo que se lo que este artista significa para él. Hay artistas y grupos de los que Nevermind sabe y mucho, pero si hay uno del que lo sabe prácticamente todo es Prince, el artista que pongo hoy en el tintero.

Lo primero que hice fue llamar a Nevermind para comunicarle que su gran artista fetiche, Prince, iba a ser protagonista de esta implacable sección. No sabía cómo se lo tomaría, pero tenía que agarrar el toro por los cuernos y afrontar la primera oposición y crítica que me iba a encontrar, y además jugando en casa. Lejos de tomárselo mal, encajó el hecho con mucha entereza, y aún con más deportividad se tomó que le pidiera referencias y datos sobre el tema en cuestión, pues para que iba yo a indagar aquí y allá en los libros y las redes, si ya le tenía a él para hablarme y contarme curiosidades sobre esta canción.

Gett Off forma parte del décimo tercer álbum de estudio de Prince, titulado Diamonds & Pearls. Fue este disco el primero que Prince publicó junto al acompañamiento de la New Power Generation. Publicado en octubre de 1991 por las discográficas Paysley Park Records y Warner Bros. Records, Gett Off fue el sencillo de adelanto para la promoción del disco, alcanzando el puesto número 21 en Estados Unidos en el Billboard Hot 100, el puesto número 6 en el Billboard Hot R&B y el puesto número 1 en el Billboard Dance Club.

El tema, compuesto por Prince basándose en una estructura muy cercana a las composiciones de rap, recitando la letra de la canción en lugar de cantarla, e introduciendo una curiosa combinación de guitarra y flauta en el riff de la canción, tuvo muy buena acogida por parte del público. Es precisamente ese coqueteo con el rap, lo que a mí personalmente nunca me acabó de entrar.

Como curiosidad, la canción tuvo también su lado misterioso, a través de un mensaje oculto que parecía apuntar a una disputa amorosa. La interpretación más extendida en su lanzamiento era que por aquel entonces Prince y Lenny Kravitz andaban ambos cortejando a Vanessa Paradis. Vanessa finalmente escogió a Lenny, algo que Prince no se tomó muy bien, y parte de ello acabó plasmando en Gett Off, que podría traducirse como "que te pires" o "que te den", y que contiene mensajes supuestamente dirigidos a Vanessa, del tipo "tú te lo pierdes, yo hago 23 posturas en una sola noche" ("Twenty three positions in a one night stand..."), "déjame mostrarte que soy un chico talentoso" ("Let me show you baby i'm a talented boy..) y en definitiva, "si quieres aquí estoy" ("If you want to baby here i am..")

Quiero dar las gracias a Nevermind por su buen encajar y su "deportividad" al aportarme todas las referencias y datos necesarios, en lugar de responderme "¡Gett off!" tras leer mi artículo, pues creo que es mejor consultarle, en lo que a Prince se refiere, antes que hacerlo en los libros o en los artículos disponibles en internet.

miércoles, 26 de junio de 2019

La música en historias: Zombie's party, la mejor crítica sobre Prince


El 21 de Junio de 2019, tres años y dos meses después de la muerte de Prince, y como parte de la cantidad de material inédito que tenía en su famosa cámara acorazada de Paisley Park, salió a la venta "Originals", recopilación de 15 de las canciones que escribió para otros artistas, pero en las versiones previas que Prince interpretó y que habían visto la luz al convertirse finalmente en regalos para otros. No faltan en esta entrega, entre otros, temas míticos como "Manic Monday" para The Bangles, "Love thy will be done" para Martika y, por supuesto, "Nothing compares 2U" inicialmente para The Family y popularizada en la versión de Sinead O'Connor.

"Originals" es la segunda entrega de la encomiable labor arqueológica de rebuscar entre los cientos de temas enterrados en "La bóveda" y publicarlos de manera ordenada y asegurando unos altos estándares de calidad. La primera fue "Piano and microphone 1983", que contenía nueve temas (dos de ellos inéditos) grabados por Prince al piano en su estudio casero, y que aparecieron grabados en una cassette en la cámara acorazada.

Como hice con cada una de sus publicaciones en vida, desde que le descubrí en 1988, he esperado con avidez esta nueva entrega, y tras escucharla fui de nuevo, como tantas y tantas veces, a buscar información en internet para regocijarme en las buenas críticas y discrepar con las malas. Estando en mitad de este proceso, un pensamiento me vino a la cabeza:
Después de haber leído tantas críticas sobre Prince y sus discos... ¿Cuál sería la mejor crítica que se ha hecho sobre la genialidad de este músico y su vasta obra?


La respuesta no la encontré en las sesudas disertaciones de críticos musicales, ni en las generosas alabanzas de otros artistas rendidos ante la calidad de las entregas del genio de Minneapolis. Tampoco entre los sentidos homenajes y comentarios de sus fans más enfervorecidos. La respuesta, amigos míos, la encontré en la película Zombie's Party. Y os aseguro que no me he fumado nada parecido a lo que pudieran haberse fumado los guionistas de esta irreverente y genial película, en la que los zombies vagan libremente por Londres. El caos consecuente pilla al protagonista y su amigo en casa, escuchando por el noticiario que la única manera de matar a los zombies es "arrancarles la cabeza o destruirles el cerebro".


Asustados por lo que está ocurriendo, salen al patio trasero. Un par de zombies se les acercan caminando lentamente, a lo que responden lanzándoles sin éxito todo tipo de objetos. En un momento de desesperación, el amigo les arroja un disco de vinilo que estaba tirado en el suelo, entre el desorden de los objetos desperdigados. El protagonista intenta evitarlo: "¡No, no, es el segundo disco que me compré!", pero al ver que un trozo del disco se clava en la cabeza de uno de los zombies, van a la casa y vuelven con la colección de vinilos. Mientras los zombies siguen acercándose, buscan nerviosos en la colección de discos:

-"Ahhh... ¿Purple Rain? - pregunta el amigo.
-"¡Noooo!" responde el protagonista.
-"¿Sign of the times?
-"¡Ni se te ocurra!"
-"¿La banda sonora de Batman?"
-"¡Tíralo!"



No se me ocurre otra crítica tan directa, concisa, divertida, irreverente y, por qué no decirlo, acertada. Después de una década facturando obras maestras como si los discos le crecieran en el jardín de Paisley Park como setas, el encargo para la banda sonora del murciélago de Tim Burton era una colección de temas muy desiguales. Temas como "The Future", "Electric Chair", "Partyman", "Vicky Waiting", "Scandalous" y "Batdance" plasman bien la atmósfera de la película y cumplen con lo exigible a un artista de su altura, pero el resto son temas que no pasan de ser mero material de relleno.

Si aplicamos la escena de Zombie's Party a la reciente entrega de "Originals" o a la anterior "Piano and microphone 1983", ¿habrían sido preservadas por su calidad o arrojadas sin piedad a los zombies? Según Michael Howe, la persona designada por los herederos y la discográfica Warner para la labor de arqueología y selección del material contenido en la bóveda, solo saldrá a la luz material que esté a un nivel de calidad muy alto, para preservar y respetar su enorme legado artístico.

Salvamos entonces estas dos publicaciones por su valor histórico y su nivel artístico, pero echamos de menos que, después de tanto tiempo, aún no hayan podido regalarnos un disco completo de canciones inéditas nuevas. Uno que podamos mantener, junto a Purple Rain y Sign of the times, en nuestra colección de vinilos, incluso ante la amenaza de unos zombies sedientos de nuestra sangre. Tres años y dos meses después de la muerte de Prince, quizá haya llegado el momento de ponerse en pié para pedir esto, al igual que "llega un momento en la vida de todo hombre en el que ha de levantarse del sillón y matar unos zombies"

Escena completa de Zombie's Party y los vinilos:
https://www.youtube.com/watch?v=LakThNl4eIc

viernes, 12 de abril de 2019

El disco de la semana 123: Prince "Purple Rain"




Queridos hermanos,
Nos hemos reunido aquí hoy para afrontar esta cosa llamada "vida".

Palabra eléctrica "vida", significa para siempre y eso es mucho tiempo

Pero estoy aquí para deciros que hay algo más... el más allá

Un mundo de felicidad sin fín, en el que siempre podréis ver el sol, de día o de noche
Así que cuando llaméis a ese tipejo en Beverly Hills, sabéis quién digo, el Dr. “Todo irá bien”

En lugar de preguntarle cuánto tiempo os queda,
preguntadle cuánto queda de vuestra mente.

Porque en esta vida, las cosas son mucho más difíciles que en el más allá.

En esta vida... Estás sólo

Y si el ascensor intenta llevarte abajo,

Vuélvete loco... ¡¡¡Pulsa el piso superior!!!

Este es el comienzo de "Let's  go crazy", el tema que abre "Purple Rain". Una impactante intro de teclado y voz salmódica que es una sátira de los discursos de los predicadores prometiendo el más allá, sólo que en este caso el predicador es Prince, que nos aconseja enloquecer y divertirnos antes de que los enterradores "nos metan en el camión". Algunos le hicimos demasiado caso y enloquecimos hasta el extremo de cantar esta canción en un concurso de flamenco, pero esa es otra historia (ver "La música en historias: Prince y el concurso de Flamenco" en este blog)


Tras esta particular reflexión sobre la vida y la muerte, explotan las guitarras y los teclados y ya no habrá tregua. En su propuesta musical y escénica, vestido como un Mozart que viajara en el tiempo y descubriera una guitarra eléctrica y un amplificador, Prince nos lleva a su particular más allá cuando la canción llega a su fin en un solo de guitarra electrificante al mas puro estilo Hendrix, hasta que desatado grita a la banda "Llévadme lejos", momento en el que todos los instrumentos estallan en un último golpe final.

¿Y cómo enganchar la siguiente canción con un final así? Solo podía ser arrancando de nuevo en lo más alto. Un épico redoble de batería que mantiene la adrenalina en los niveles en los que el anterior tema la dejó, hasta que la canción muta en un medio tiempo agradable marcado por el ritmo pegadizo de los teclados. Si antes nos invitaba a un viaje enloquecido,ahora "Take me with U" (Llévame contigo) es la respuesta a esa invitación. Subamos en la icónica moto púrpura y viajemos hasta el Lago Minnetonka o hacia dónde quiera que el genio de este artista quiera llevarnos.

El éxtasis vocal final de "The Beautiful Ones" en "Purple Rain"
Asumiendo la vida como una locura que hay que aprovechar, y aunque tengas a una bella acompañante sentada en el asiento de atrás de tu moto, aún necesitarás declararle tu amor de manera rotunda y convincente, para lo que la escucha de "The Beautiful Ones" será de gran ayuda. En uno de los temas más impactantes del disco, Prince pasa del enamorado falsete del primer tramo, a la rabia y pasión desmedida ante la indecisión de la mujer amada, "Le quieres a él, o me quieres a mí, porque yo te quiero a tí" grita desgañitándose, en un final de canción que es la declaración de amor más brutal que he escuchado en un disco.

Y entramos entonces en el tramo del disco más lascivo, el más Prince en cuanto a la temática sexual provocadora y controvertida. "Computer Blue" es una reflexión de un personaje solitario que no entiende por qué las relaciones de pareja no le han ido bien, sintiéndose como un triste computador que necesita ser reprogramado, pero comienza con una conversación entre Wendy Melvoin (guitarra) y Lisa Coleman (teclados), en lo que parece la conversación previa a darse un baño caliente juntas.

Musicalmente la canción vuelve a la senda rockera del inicio del disco, y contiene una de las transiciones instrumentales más brillantes del disco (con permiso del épico solo de guitarra de "Purple Rain") en el desarrollo guitarrístico de la segunda parte de la canción, con toda la banda tocando a tope hasta llegar al abrupto grito de Prince que marca el cambio a "Darling Nikki", la canción más polémica y oscura del disco, con una temática similar a la que desarrolló en "Little Red Corvette" (chico recordando una experiencia sexual con una chica mucho más experimentada y liberada).

La diferencia es que en la canción de 1999 el tono es nostálgico y más luminoso, sugiriendo a través de atrevidas metáforas, mientras aquí el lenguaje es totalmente explícito, hasta el punto de ser ésta canción la responsable de la inclusión de la pegatina "Parental Advisory: Explicit Lyrics" ("Aviso para padres: Letras Explícitas") en las portadas de los discos que incluyeran contenido considerado ofensivo o peligroso para la juventud estadounidense.

Para rebajar la tensión del tema más duro del disco, tanto en temática como en intensidad rockera, y para dar un final místico y esotérico a la cara A, la canción culmina con una parte coral en la que Prince hace todas las voces. Esta parte está grabada al revés, en un guiño al mito de los mensajes satánicos en los discos de rock. Como curiosidad, lo que dice reproduciéndolo correctamente es un mensaje religioso en lugar de satánico: "Hola, ¿cómo estás?, yo estoy bien porque sé que el Señor vendrá pronto"

La cara B abre con "When Doves Cry", uno de los temas emblemáticos del genio de Minneapolis, no solo por ser el single de adelanto del disco, sino porque para esta canción eliminó todas las líneas de bajo. Todos le dijeron que era una locura, no se podía hacer una canción de éxito sin bajo. No era Prince muy amigo de rectificar sus ideas por influencia de otros, así que la canción se quedó sin bajo y se convirtió en un éxito mundial, su primer  número uno en Estados Unidos y la canción más vendida del año.


La siguen dos canciones enlazadas, "I would die 4U" y "Baby I'm a Star". La primera es la canción más sencilla y corta del disco, lo cual no evita que brille con luz propia, aunque carece de la profundidad de matices y los cambios sorprendentes del resto. La segunda es la canción más funky del álbum, en la que la banda está más presente que nunca y en la que más se evidencia otra de las curiosidades sorprendentes de este disco: Gran parte de los temas están grabados en directo, en un concierto celebrado en 1st Avenue en 1983, en el mismo escenario en el que transcurren las actuaciones de la película. La calidad de los temas es tal, y fueron tan brillantemente aderezados con arreglos adicionales en el estudio, que cuesta creer que muchos de los temas sean en directo.

Así es queridos hermanos, cortes como la propia "Purple Rain", el grandioso tema que cierra y titula el disco, son en realidad canciones interpretadas en directo en lugar de creaciones de estudio. Puede apreciarse en la parte orquestal final, cuando la lluvia púrpura ya está amainando, y pueden oirse los silbidos y alabanzas del público. Ese público que, desde aquel día, ha reconocido y admirado la grandeza de un tema que, curiosamente, surgió de un intento de Prince de ¡hacer una canción country!, para acabar convirtiéndose en un himno atemporal surgido de una actuación irrepetible.

Poco más puedo decir de una canción y de un disco que no son abarcables con simples palabras, así que para cerrar la reseña voy a hacer mías las palabras del replicante de Blade Runner, que valoraba las cosas bellas de la vida más que muchos humanos:

"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais... He cantado Let`s go crazy en un concurso de flamenco, he visto a un amigo subir a un risco a gritar The Beautiful Ones a los cuatro vientos dedicada a la chica de sus sueños, he grabado mi propia versión de Purple Rain en un local de ensayo con mis amigos los "Telelovers", me he emocionado al escuchar a mis hijos tocar When Doves Cry en sus clases de piano... Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas... en la lluvia púrpura".

miércoles, 7 de noviembre de 2018

El disco de la semana 63: Sign of the times, Prince




Nunca un disco de Prince estuvo tan enfocado y ligado a su tiempo, y a la vez, cómo casi siempre, muy adelantado a lo que musicalmente se hacía en su época, pese a incluir sus referencias habituales a estilos de corte clásico como el rock, el soul, el jazz, el blues y, por supuesto, el funk. A nivel global, la canción Sign of the times reflejaba como nunca las preocupaciones de una sociedad enfrentada a las muertes provocadas por "una gran enfermedad con un nombre pequeño" (SIDA), y al desengaño final de la absurda carrera espacial entre Reagan y Gorbachov, con el Challenger y el Columbia estallando en mil pedazos en directo por la televisión. Y más cerca del suelo, huracanes, jeringuillas y bandas callejeras armadas hasta los dientes. A nivel individual, siendo un estudiante de instituto que estaba formándose como persona y comprando sus primeros discos, la explosión de colores que en mi cabeza supuso la escucha de este disco, el primero de Prince que llegó a mis manos, me marcó ya para siempre con el Signo de los tiempos.

EL SIGNO DE LOS TIEMPOS (1987)

El propio Prince, en una entrevista para Musician en 1983, anticipaba de alguna manera el concepto de cómo el signo de los tiempos nos influye en lo que somos, marcándonos hasta el punto de ser prácticamente personas diferentes de una época de nuestra vida a otra, de la infancia a la adolescencia y de ésta a la edad adulta:

"Creo que estoy cambiando constantemente, porque oigo como cambia la música. El otro día puse mis tres primeros discos y escuché las diferencias. Y sé por qué ya no sueno así. Porque las cosas que tenían sentido para mí y las cosas que me gustaban por entonces ya no me gustan."

En 1987 había un kiosko de prensa en cada calle. El kioskero pasaba casi todo el día en un pequeño habitáculo, desde el que vendía periódicos, revistas, cromos y golosinas. Para hacer un poco más amena la larga jornada, en muchos de los kioskos tenían pequeños receptores de televisión, y el kioskero de mi barrio no era una excepción a esta pauta. Recuerdo como si fuera ayer que, un día que fui a comprar algo, en aquel pequeño televisor estaban poniendo el vídeo de Sign of the times, que consistía básicamente en una austera pero hipnótica presentación de la letra de la canción. El kiosko hace años que ya no existe, pero la imagen se me quedó grabada para siempre en mi cabeza.

Mis amigos y yo solíamos tomar el autobús L2 para ir al centro comercial a "conseguir" discos (la explicación a las comillas está contada en La música en historias "Los vinilos de Ocean" en este blog). Uno de esos primeros discos fue Sign of the times. En una primera escucha, sentado sobre la alfombra y frente al tocadiscos, en el salón de casa de mis padres, me impactó la alegría y energía desbordadas de Play in the sunshine y la melodía y ritmo desenfadado de I could never take the place of your man, pero no entendía por qué la había cortado en medio con un largo y tedioso duelo de guitarras psicodélicas. El trío de ases de aquellas primeras escuchas lo completaba It, por ser la que estructuralmente era más parecida a lo que en ese momento estaba haciendo Michael Jackson en Bad (Disco de la semana 39 y en aquel momento mi disco favorito)

Eran tiempos de estar en la calle con los amigos, pasábamos las horas apoyados en una barandilla en el callejón de nuestra calle, y ahí discutíamos sobre si el U Got the look de Prince era mejor canción que el The Look de Roxette, y otras discusiones filosóficas del mismo nivel de relevancia.

En 1987 mi nivel de inglés era bastante modesto, imaginaba a mi antojo las temáticas de las canciones en lugar de entenderlas, por lo que The Ballad of Dorothy Parker se convirtió inmediatamente en la balada de amor platónico por la chica que me gustaba por entonces, sólo porque su nombre era parecido al de Dorothy. No sabía ni me importaba que la canción realmente hablara sobre una prostituta, y no habría sido muy apropiado cantársela para declararle mis sentimientos, pero el rebuscado paralelismo entre los dos nombres la elevó a la categoría de canción bandera. Y no era la única, Dorothy estaba presente en otros temas. Era con ella con quién ser comprensivo y cariñoso en If I was your girlfriend, o con quién ir a bailar en Hot thing, para besarla al final de la cita mientras sonaban los románticos arreglos de viento de Slow Love. Pero aquello estaba condenado a no durar, como consecuencia de los altibajos e incompatibilidades descritos magistralmente en Strange Relationship.


EL SIGNO DE LOS TIEMPOS (2020)

En 2020 los tiempos han cambiado, y mucho. Hoy en día nos preocupa Trump, y su relación con China o Irán, y el cambio climático, que es responsabilidad de todos aunque esté personalizado en la figura de una niña sueca, a la que algunos idolatran mientras otros buscan razones para criticarla. Las consignas temporales de Sign of the times han quedado en parte obsoletas, pero musicalmente no ha perdido ni un ápice de su fuerza. Lejos de envejecer, se ha asentado como una de las obras maestras de la discografía del genio de Minneapolis.

Como decía, en 2020 ya no quedan kioskos de prensa. Ahora voy en coche al supermercado, y la barandilla de antaño ha sido sustituida por un grupo de Whatsapp, pero no es eso lo único que ha cambiado. El interludio de guitarras de I could never take the place of your man me parece hoy en día una maravilla, y el contraste entre temas de poderoso funk y hip hop como Housequake, la explosiva combinación de folk y gospel de The Cross, la potencia del jazz-funk en directo de It's gonna be a beautiful night o la grandeza minimalista de Starfish and Coffee y su cándida letra de canción infantil, me hacen reconocer aún más la maestría de un artista y un disco que rozaron la perfección. En algún momento, pasé de digerir difícilmente el falsete y la duración de Adore a embelesarme con una de las piezas musicales más conseguidas de su carrera y, Purple Rain aparte, probablemente el final de disco más épico de toda su discografía.


Liberadas de la carga emocional de antaño, el resto de canciones brillan hoy en mi cabeza por su enorme calidad musical, y valoro aspectos innovadores de su momento, como los coros adelantados a la voz principal en Forever in my life, o la percusión grabada a mayor velocidad en The Ballad of Dorothy Parker, que además fue la primera canción en ser grabada en Paisley Park, en aquel momento su recién estrenado domicilio y complejo de grabación. Los teclados estaban recién instalados y no estaban todavía bien ajustados, y eso le dotó al tema de un sonido muy peculiar y característico, que Prince no quiso corregir.

¿Y qué pasó con Dorothy? Transcurrido tanto tiempo, y dónde quiera que el camino de la vida le haya llevado, la Dorothy de este disco ya no existe realmente. Se marchó al país al que se fueron los kioskos de prensa y las tardes libres en las barandillas, pero sin drama alguno porque, cómo dijo Prince, "las cosas que tenían sentido para mí y las cosas que me gustaban por entonces ya no me gustan." Es simplemente el signo de los tiempos.

martes, 23 de octubre de 2018

El disco de la semana 17: Prince - Hit and Run Phase II



"Hit and Run" (Golpea y corre) podría ser una expresión asociada al baseball, cuando el bateador golpea inmediatamente tiene que salir corriendo. No puedo asegurarlo, la verdad es que no soy aficionado al baseball, pero sí que lo soy (y mucho, aunque trate de contenerme en este blog para no aburriros) de su majestad el Príncipe Roger Nelson.

Descubrí a Prince en 1988 cuando, en plena fiebre por Michael Jackson, todo el mundo hablaba de él como el único capaz de discutirle el trono a "Jacko" en aquellos momentos. Como slogan comercial no estaba mal, y seguramente funcionó para ambos como la tan cacareada guerra del brit-pop entre Blur y Oasis, pero musicalmente nunca hubo color. El trono siempre fue de Prince.


En color era la televisión en la que vi por primera vez el video de una canción suya, "Alphabet St", en el que salía rodeado de letras parpadeantes de colores y posando delante de su Thunderbird del 66. A partir de ahí fue como si me subiera en aquel coche e iniciara una carrera contra el reloj para lograr conseguir el resto de sus discos hacia atrás, además de esperar con ilusión cada nuevo lanzamiento, mientras él se mantenía fiel al ritmo de un disco por año.

Hacia atrás no encontré un solo disco que no fuera genial, hacia adelante descubrí que hasta Prince puede ser humano y tener sus altibajos, pero después de un disco menos brillante siempre había una resurrección impresionante. Después de un "Come" hubo un "The Gold Experience", después de un "Rave un2 the Joy Fantastic" hubo un "The Vault Old Friends 4 Sale" y después de un flojo "Hit and Run Phase I" afortunadamente hubo un "Hit and Run Phase II" para dejar un final de carrera en todo lo alto, ya que a la postre sería su último disco publicado en vida.

HIT AND RUN PHASE II - EL DISCO

Como siempre, el disco fue producido, arreglado, compuesto  y en su mayoría interpretado por Prince, trabajando cuidadosamente el sonido y buscando una vuelta a las raíces de la música negra, el soul y el funk clásico. Quizá por eso lo grabó enteramente en analógico, con una banda enorme de apoyo que contemplaba una sección de vientos de 11 miembros en varios de los temas.

El disco arranca con "Baltimore", tema dedicado a la muerte de un afroamericano a manos de la policía en esa ciudad. Un buen tema en lo musical, con una letra algo sencilla para la temática reivindicativa de la canción. Con ella en su momento quiso dar un mensaje de paz para la ciudad norteamericana, sumida en violentas protestas. "Si no hay justicia no hay paz".


Mucho más inspirado es el siguiente corte, "Rock and Roll Love Affair" en el que el genio de Minneapolis vuelve a demostrar que puede entregar singles redondos casi sin despeinarse. Producción cuidada y comedida en la ejecución, con una melodía sencilla y algo exótica, sin grandes alardes, pero con el sello inconfundible del carismático y pequeño gran músico. Se echa en falta que se desmelene un poco más en lo musical pero es un buen tema.

Tras una "2Y2D" correcta, en la que empiezan a destacar las excelencias y colores de los metales de la banda, nos encontramos con una de las cimas musicales del disco, la excelsa "Look at Me, Look at U". Si como nostálgicos buscáis en los últimos discos de Prince vestigios de las grandes canciones del pasado, os facilitaré la búsqueda, ir al corte 4 y escuchad esta joya. Bella melodía en la que la flauta y trompeta cobran peso, mientras Prince bromea con que hasta Ray Charles o Stevie Wonder verían la belleza de su chica y la química que hay entre los dos.

La broma continúa con uno de los singles del disco, la redonda "Stare" y su poderío funky, en la que se permite un guiño a si mismo y a uno de sus grandes hits, cuando en la mitad del tema canta "¿Puedo darte un beso?" para instantáneamente mezclar el famoso rasgueo de guitarra de "Kiss" y que encaje sin fisuras en la atmósfera de la pieza.

La unidad de sonido que consigue entre los temas es tal, que si no conociéramos previamente algunas canciones, no sabríamos que algunos de los temas fueron rescatados de su "bóveda" y que son en realidad composiciones de otra época que fueron regrabadas porque encajaban con el concepto del disco. Es el caso, por ejemplo, de "Xtraloveable", escrita en torno a 1982 y de la que circula una versión primeriza en discos pirata de la época. Aquí ha sido regrabada y publicada por fin en un disco oficial, con la novedad de la inclusión de percusiones de aire latino con las que no contaba la primera versión.

Tras el único "pero" del disco ("Groovy potential" no llega a la altura del resto), el despliegue de soul continúa con "When she comes", la balada soul clásica en falsete que nunca falta en sus discos. Le sigue una sorprendente "Screwdriver", que rompe la línea del disco por su estructura de canción de riffs y guitarras rock. Un tema que habría encajado más en su proyecto de "3rdeyegirl" que en un disco de marcada música negra.

En el último tramo del disco, destaca por encima del resto "Black Muse", una maravilla funk de siete minutos que combina el buen gusto melódico con la generosidad de ritmos y arreglos de un tema intencionadamente largo y cuidado, con el bajo en primer plano como en cualquier himno funk que se precie.

Más pausada pero igual de cálida es "Revelation", segundo momento lento del disco, en el que de nuevo atenúa la luz y enciende las velas para crear, una vez más, magia con su falsete y sus brillantes ráfagas de trompeta.



Podría haberlo dejado ahí y habría bastado, pero una big band en la que cabe una familia numerosa en la sección de viento necesita un final a lo grande y en positivo. "Vamos a pasarlo bien en la gran ciudad" canta en el estribillo de "Big City" mientras toda la banda hace precisamente eso, pasarlo bien y darlo todo al compás de la música. Un ejercicio de diversión y maestría, un golpe final sobre la mesa, para después marcharse y dejar solo el silencio en el reproductor de CDs. Y esa es, en esencia, la travesura eterna de Prince. Te golpea y corre. Y en discos así no hay muchos que puedan alcanzarle.