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viernes, 8 de noviembre de 2019

El disco de la semana 152: Serpent Power - Serpent Power



En 1988 John Carpenter estrenó la película "Están vivos", una irreverente producción de Serie B en la que los extraterrestres vivían entre los humanos, copando los altos cargos y los mejores empleos, mientras los humanos realizaban las tareas más penosas y vivían bajo una falsa ilusión de libertad y color. El protagonista y accidental héroe de esta surrealista fábula se encuentra unas gafas de sol negras, y al ponérselas descubre que puede ver la realidad tal y como es, un mundo en blanco y negro, plagado de mensajes subliminales de obediencia y mansedumbre, en el que seres de aspecto cadavérico conviven con los humanos y tienen bajo control el planeta.

Igualmente ficticia es la ilusión de que vivimos en un mundo globalizado en el que podemos acceder a cualquier contenido con un solo clic, cuando en realidad los contenidos están ordenadamente segmentados en función de, entre otras variables, la localización geográfica. Mientras estuve viviendo en Londres, las búsquedas de grupos y canciones en Spotify o Youtube me devolvían, además del grupo o canción concretos, una cantidad de recomendaciones de grupos ingleses tan desconocidos, que nunca habrían salido en las mismas búsquedas de haber estado en España.

Así fue como descubrí, en una noche de insomnio a pocos días de Halloween, a los Serpent Power, grupo de pop rock psicodélico surgido en 2014 de la colaboración entre Ian Skelly (The Coral) y Paul Molloy (The Zutons), que fruto de la química compositiva que surgió entre ambos, entregaron en 2016 un álbum plagado de extrañas canciones que proyectaban psicodélicas imágenes de locura y atmósferas de comics de terror, sin que con ello la escucha pierda la alegría y la luz de unas composiciones que juegan con sonidos folk y pop de los años 60, al tiempo que evocan un universo friki plagado de referencias a abduciones de aliens, fantasmas estremecedores, sirenas tentadoras, vampiros enamorados y asesinos en serie. Todos ellos fueron la banda sonora del Halloween que viví en la capital inglesa, llamando con los niños a las puertas de las casas para conseguir caramelos, y que con el paso de los años se ha mantenido como uno de los mejores recuerdos de aquella época.



Orgulloso de haber encontrado las gafas negras que me llevaron hasta Serpent Power, aprovecho que Halloween está aún reciente para mostraros hasta dónde puede llegar el poder imaginativo de esta caleidoscópica serpiente:


SERPENT POWER: EL DISCO


El disco abre con Dr. Lovecraft's Asylum (El asilo del Dr. LoveCraft), un tema de aires psicodélicos que nos recuerda a los primeros Pink Floyd o a las composiciones en solitario de Syd Barrett, con una temática oscura sobre un asilo digno del mismísimo Dr. Lovecraft. El cambio de ritmo final nos introduce en una atmósfera muy conseguida, mezcla de locura y tristeza en la que, detrás de la melancólica guitarra, pueden incluso oírse los zumbidos del electro-shock al que el protagonista es sometido.

Le sigue The man who shrunk the world (El hombre que agitó al mundo), con una aparente carga de homenaje, tanto en el título como en el tratamiento de los coros que acompañan al tema, a la canción de similar título de David Bowie. Los coros ya mencionados, y los efectos de sitar junto a la guitarra, le dan un toque psicódelico y fresco a un tema brillante.

El arranque de Lucifer's Dreambox (La caja de sueños de Lucifer) da más peso a las guitarras, como antesala a un ritmo sesentero, entrecortado por extraños sonidos de teclado más propios de una invasión alienígena que del famoso inquilino del infierno. Eso sí, la invasión nos pillaría en pleno guateque, y los invasores nos dejarían paralizados en una pose ridícula con nuestros pantalones de campana. Y es que el objetivo del disco, como el de la celebración de Halloween, no es otro que poder reírse de nuestros miedos más absurdos, y con Candyman (El hombre de los caramelos) lo llevan a la máxima expresión. El inquietante personaje al que no debemos aceptar caramelos, intenta convencernos con el señuelo de un piano de cabaret y un alegre estribillo de cantina.

Seguimos sumergidos en un cuento, con el sabor a vieja canción de marineros que tiene Syren (Sirena), en la que un superviviente canta con tristeza por la añoranza de la sirena amada, sin importarle que poder llegar a amarla significaría la muerte. Con tono menos lúgubre y más animado, de nuevo el amor es el protagonista en Vampire for your love (Vampiro por tu amor), tema que tiene todo lo necesario para convertirse en un éxito si pudiéramos viajar en el tiempo y ponerlo a competir con otros singles de los años 60. Pegadizo y con buenas guitarras y teclados, queda sin embargo en el anonimato comercial y sin un mal cuello de señorita que llevarse a la boca.

El disco sigue desplegando su caleidoscópico colorido, como en la psicodelia setentera de Last ape in space (el último primate en el espacio) o en el ritmo de satén del teclado y los metales de Killer Cherry Pie (La tarta de cereza asesina), hasta llegar a Just a broken heart (Simplemente un corazón roto), que por su título podría parecer la canción más alejada de la temática "made in Halloween" del disco, pero que incluye unos impactantes teclados de película de terror de los años 50 en su tramo central que la enganchan al conjunto con la facilidad con la que se juntan dos piezas de Lego.

Tras una nueva vuelta al alegre bodevil y al piano juguetón de humeante cantina de Life is a ball (La vida es una bola), en el tramo final del disco aún nos queda la canción que le da título, Serpent Power (El poder de la Serpiente), el tema más cercano a los esquemas clásicos de canción de rock clásico, y el cierre con The Vision (La Visión), que nos pilla por sorpresa por su sonido moderno y actual, la única canción del disco cuya inspiración no les llegó procedente de un capítulo de Scooby Doo o a bordo de un Delorean, una visión hacia el futuro que aprueba el examen individual pero que está en las Antípodas del sonido y el sabor del resto del disco. Preferimos quedarnos con el truco o trato, que el futuro no sabemos si será tan divertido.