Hace poco estaba comprando discos con Jorky de 7días7notas en un stand de X Madrid (Alcorcón), y caí en la cuenta de que ambos hacíamos un proceso de selección parecido a la hora de buscar discos. Más allá de los criterios más obvios (relevancia del artista y del disco, estado de conservación...) y de las restricciones derivadas de un limitado presupuesto, me llamó la atención que ambos tendíamos a desechar los discos recopilatorios, por una ley no escrita por la que sólo los discos de estudio son considerados realmente obras singulares y creaciones de valor para el coleccionista. No es mi intención discutir aquí una regla que en líneas generales comparto, pero no pude evitar pensar en el valor que para mí tuvieron en la adolescencia dos discos recopilatorios que, durante un tiempo y muchas escuchas, creí originales.
El primero de ellos era el Legend de Bob Marley, un disco del que se podría hablar largo y tendido cualquier otro día. Ahora sólo diré que no fui el único en darle trato de obra unitaria, ya que la revista Rolling Stone lo incluyó entre los 500 mejores álbumes de la historia, pese a ser un álbum recopilatorio. El segundo es el Money for Nothing de Dire Straits, y aprovechando el #MesDireStraits he decidido "colarlo" en el repaso a sus discos de estudio más relevantes y valorarlo como tal, al igual que hice años atrás, en una galaxia muy, muy lejana, cuando José María Hernández de 7dias7notas me lo prestó.
Descubrir a un grupo llamado Dire Straits, y con un disco que empieza ni más ni menos que con Sultans of Swing, es una experiencia realmente impactante. La que probablemente sea su obra cumbre, y el probablemente es por culpa de varias de las canciones que conformaban este Money for Nothing, dejaba ya a las claras que escuchando a Mark Knopfler y compañía no estaba ni mucho menos en una situación desesperada (traducción aproximada del nombre del grupo). Los buenos temas se iban sucediendo uno tras otro: la elegancia de Down to the waterline, la mística de Portobello Belle en una versión en directo, la chispa rockandrollera y veraniega de Twisting by the pool o el terciopelo sonoro de Romeo and Juliet situaron inmediatamente a este disco entre mis favoritos del momento.Y eso que lo mejor estaba aún por llegar. Aún en estado de shock tras los últimos compases de Where do you think you're going, y basándome en la falsa creencia de estar ante una entrega puntual de estudio, al dar la vuelta al disco no pensé que fuera posible que los de Londres pudieran superar lo ofrecido en la primera cara del álbum, y esperaba que la cara B tuviera algún buen tema, pero también material de relleno.
Nada más lejos de la realidad, teniendo en cuenta que se trataba de un más que acertado repaso a su trayectoria. Y de nuevo, los hits se fueron sucediendo: El alegre rock and roll de teclados de Walk of life, las oscuras y sugerentes pesquisas de Private Investigations, el bombazo comercial de Money for Nothing con la colaboración estelar de Sting, y un álgido tramo final del disco con Tunnel of love y el monumental cierre con la épica y la melancolía de Brothers in Arms.Como reacción lógica a lo que me pareció una obra maestra, me lancé a escuchar otros discos de la banda, y ahí fue cuando el falso castillo de naipes que me había construido alrededor de este disco se derrumbó con estrépito. O los Dire Straits abusaban de la pauta de repetir canciones en sus discos, o Money for Nothing era un disco recopilatorio. Este descorazonador descubrimiento impidió que este disco formara parte de mi colección durante muchos años, y otros discos de la banda ocuparon su lugar, hasta que recientemente José María Hernández quiso desprenderse de sus viejos discos, y sentados en torno a unas cervezas y unas hamburguesas les echamos un vistazo para quedarnos con los que nos gustaran.
Allí, entre discos de Sting, George Michael o Elton John, apareció una icónica foto de un hombre sin rostro tocando una guitarra roja y dorada, que hizo que mi mente viajara de nuevo a la inocencia de aquellos días pasados, y a un disco por el que, esta vez sí, merecía la pena saltarse una regla no escrita. Money for Nothing cambió entonces de manos y pasó a formar parte de mi colección, ocupando por fin el sitio que le correspondía. Y es que a veces, las reglas están para saltárselas, especialmente si nos encontramos ante situaciones desesperadas.
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