Matar el Tiempo: Relato ganador del III Rinoceronte de Oro



Cuando la Revista Pájaro Azul lanzó la III edición del concurso de relatos "Rinoceronte de Oro" en el mes de Febrero de 2019, la idea de participar con un relato sobre la música me resultó interesante. La temática del relato tenía que ser el tiempo, por lo que combiné tiempo y música en una historia que jugaba con el doble significado de la expresión "Matar el Tiempo". El objetivo era, escribir un relato que, por su conexión con la música, y ante la tesitura más que probable de no ganar el concurso, pudiera publicar en este blog. Pero como dijo Quique González, "la vida te lleva por caminos raros", y lo que creía improbable se convirtió en realidad.

 Os presento el relato que escribí para la ocasión y que finalmente ganó el Rinoceronte de Oro. Espero que os guste, y si queréis disfrutar de la versión física y de la espectacular ilustración que Manuel León ha hecho para el relato, podéis hacerlo a través de la cuenta de Instagram de @RevistaPajaroAzul.


MATAR EL TIEMPO


Repetí la liturgia de ese mágico momento, quién sabe si por última vez. Saqué el vinilo de la funda de cartón y lo puse sobre el plato giratorio del tocadiscos. Silencio. Solo el sonido del tic-tac de fondo en el reloj colgado en la pared. La aguja bajó y entró en contacto con el vinilo. Sonó ese chisporroteo mítico mientras la aguja arañaba los surcos del disco, que giraba en círculos al igual que lo hacían las agujas del reloj.

Las primeras notas del “Dark Side of the Moon” de Pink Floyd comenzaron a envolver la habitación, enterrando con su mar de notas al sonido del tiempo en la pared. Aguja contra agujas. Música para combatir al tiempo. Ese tiempo que hizo que mi padre perdiera la fuerza que antaño le convirtió en un ídolo para su hijo. El tiempo que hará que mis hijos pierdan la inocencia de la infancia y creará una barrera generacional insalvable con la persona que daría la vida por ellos.

Será también el tiempo el que hará que el deseo se apague, y los besos sean cada vez más cortos y fríos. Ocurrirá poco a poco, el tiempo se tomará su tiempo, pero será implacable, y no perderá el tiempo. Ese mismo tiempo que hará que vea partir a algunos de mis amigos, si no viene a buscarme a mí antes. El maldito tiempo que endurecerá mis articulaciones, nublará mi pensamiento y hará que me olvide de los buenos momentos. Y también de los malos. Esos son míos también, pero el tiempo vendrá a quitármelos.

Hace ya mucho que quiero saldar las cuentas pendientes que tengo con el tiempo. Han sido muchas horas de investigación y búsqueda. He recorrido el mundo, he hablado con expertos de cualquier materia relacionada con el tiempo, de manera incansable y con un solo objetivo: Encontrarlo y acabar con él. Toda mi vida la he enfocado a perseguirlo, como aquel personaje de película que buscaba venganza por la muerte de su padre a manos de un asesino de 6 dedos. Yo busco a un asesino de 24 horas, y no pararé hasta tenerlo delante y decirle “Prepárate a morir”.

Mis incansables pesquisas me llevaron a veces por caminos equivocados, y lloré en silencio en los fracasos puntuales, ante la desesperación de ver como el tiempo perdido en seguir pistas erróneas había minado mi salud y mi resistencia. Hubo también alegrías pasajeras, en los momentos en que un pequeño rastro daba luz a mi camino y me acercaba un poco más a la senda correcta.

Hay miles de caminos, pero alguno de ellos tenía que poder llevarme al momento en que el tiempo y yo tuviéramos una conversación cara a cara. Si no lo encontraba, habría perdido mi batalla contra el tiempo, y en ese caso él no tendría piedad. Acabaría conmigo confinándome en alguna residencia de ancianos, o dejando que la estocada final del deterioro físico o la enfermedad terminal me rematara en un hospital.

Cansado y abatido, volví a casa después de mis largos viajes de búsqueda. Sentía que había llegado muy cerca, casi a tocar el tiempo con mis manos, pero no había logrado mi objetivo. Algo se me escapaba. Algo había pasado por alto, pero… ¿qué podía ser? ¿Qué cabo suelto me impedía completar mi justiciera venganza?

Y de pronto lo vi. Había estado ahí todo el tiempo. Desde el principio. Lo tuve delante y no había sabido verlo. Las últimas notas de “Eclipse” sonaron en el tocadiscos, la aguja derrapó durante un breve instante y el brazo que la sustentaba la levantó en el aire y la hizo volver al punto de partida. El giradiscos se detuvo y en el silencio de la habitación pude oírlo. De nuevo un sonido leve y rítmico desde la pared, como de pasos acercándose. Un tic-tac a cada segundo. El tiempo por fin venía a mi encuentro.

En ese momento de clarividencia, por fin las piezas del puzzle encajaron a la perfección. Es la música el único punto débil del tiempo. Con la música ha sido posible crear discos que llamamos “atemporales”, obras maestras que permanecen en la memoria colectiva y que han ido pasando de generación en generación sin perder la etiqueta de obras eternas. La existencia de algo atemporal, eterno, es en realidad una amenaza para el tiempo, una mínima brecha en la Estrella de la Muerte que la convierte en vulnerable.

Y eso al tiempo no le gusta. Y ha luchado en la sombra para intentar destruirlo. Consiguió que la música de aires “hippies” suene ahora trasnochada. Consiguió que los discos de los 80 suenen ahora en su mayor parte excesivamente cargados de sintetizadores y baterías enlatadas. Hasta acuñó un nombre despectivo para matar a los discos “ochenteros”.

Inexorable. Cruel. Sutil asesino de guante blanco. Así es el tiempo. Nunca llega tarde a una cita. Y hoy tiene una que no va a poder evitar. He puesto el tocadiscos en el pasillo, y estoy sentado en una mecedora, orientada directamente hacia la puerta de entrada de mi casa. Una escopeta de cañones recortados descansa sobre mi regazo. Oigo el incesante tic-tac del reloj, y si no fuera porque sé que ocurren cada segundo, diría que van un poco más apresurados de lo normal. El tiempo siente que algo va mal y se acerca a pasos acelerados.

La aguja vuelve a bajar y a contactar con el vinilo de Pink Floyd. Chisporrotea una vez más y empiezan a sonar las notas de “Time”. Le estoy llamando. Ven a por mí si te atreves. Por todo lo que has hecho, por mis padres, mis hijos, mis amigos. Por mi vida. Prepárate a morir.

Comentarios

  1. Felicidades Nacho ,me gusta leer mucho vuestras publicaciones besos soy Ruth la mujer de David

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    1. Gracias Ruth!!!!Es un honor viniendo de una gran fan del rock y de Janis Joplin

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  2. A tiempo !! No, no mates el tiempo, vencerle, que vea tu rastro inmortal, a contratiempo.

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  3. Merecidísimo premio Nacho, da gusto leerte!!

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