
Os presento el relato que escribí para la ocasión y que finalmente ganó el Rinoceronte de Oro. Espero que os guste, y si queréis disfrutar de la versión física y de la espectacular ilustración que Manuel León ha hecho para el relato, podéis hacerlo a través de la cuenta de Instagram de @RevistaPajaroAzul.
MATAR EL TIEMPO
Repetí la liturgia de ese mágico
momento, quién sabe si por última vez. Saqué el vinilo de la funda de cartón y
lo puse sobre el plato giratorio del tocadiscos. Silencio. Solo el sonido del
tic-tac de fondo en el reloj colgado en la pared. La aguja bajó y entró en
contacto con el vinilo. Sonó ese chisporroteo mítico mientras la aguja arañaba
los surcos del disco, que giraba en círculos al igual que lo hacían las agujas
del reloj.
Las primeras notas del “Dark Side
of the Moon” de Pink Floyd comenzaron a envolver la habitación, enterrando con
su mar de notas al sonido del tiempo en la pared. Aguja contra agujas. Música
para combatir al tiempo. Ese tiempo que hizo que mi padre perdiera la fuerza
que antaño le convirtió en un ídolo para su hijo. El tiempo que hará que mis
hijos pierdan la inocencia de la infancia y creará una barrera generacional
insalvable con la persona que daría la vida por ellos.
Será también el tiempo el que
hará que el deseo se apague, y los besos sean cada vez más cortos y fríos.
Ocurrirá poco a poco, el tiempo se tomará su tiempo, pero será implacable, y no
perderá el tiempo. Ese mismo tiempo que hará que vea partir a algunos de mis
amigos, si no viene a buscarme a mí antes. El maldito tiempo que endurecerá mis
articulaciones, nublará mi pensamiento y hará que me olvide de los buenos
momentos. Y también de los malos. Esos son míos también, pero el tiempo vendrá
a quitármelos.
Hace ya mucho que quiero saldar
las cuentas pendientes que tengo con el tiempo. Han sido muchas horas de
investigación y búsqueda. He recorrido el mundo, he hablado con expertos de
cualquier materia relacionada con el tiempo, de manera incansable y con un solo
objetivo: Encontrarlo y acabar con él. Toda mi vida la he enfocado a
perseguirlo, como aquel personaje de película que buscaba venganza por la
muerte de su padre a manos de un asesino de 6 dedos. Yo busco a un asesino de
24 horas, y no pararé hasta tenerlo delante y decirle “Prepárate a morir”.
Mis incansables pesquisas me
llevaron a veces por caminos equivocados, y lloré en silencio en los fracasos
puntuales, ante la desesperación de ver como el tiempo perdido en seguir pistas
erróneas había minado mi salud y mi resistencia. Hubo también alegrías
pasajeras, en los momentos en que un pequeño rastro daba luz a mi camino y me
acercaba un poco más a la senda correcta.
Hay miles de caminos, pero alguno de
ellos tenía que poder llevarme al momento en que el tiempo y yo tuviéramos una
conversación cara a cara. Si no lo encontraba, habría perdido mi batalla contra
el tiempo, y en ese caso él no tendría piedad. Acabaría conmigo confinándome en
alguna residencia de ancianos, o dejando que la estocada final del deterioro
físico o la enfermedad terminal me rematara en un hospital.
Cansado y abatido, volví a casa
después de mis largos viajes de búsqueda. Sentía que había llegado muy cerca,
casi a tocar el tiempo con mis manos, pero no había logrado mi objetivo. Algo
se me escapaba. Algo había pasado por alto, pero… ¿qué podía ser? ¿Qué cabo
suelto me impedía completar mi justiciera venganza?
Y de pronto lo vi. Había estado
ahí todo el tiempo. Desde el principio. Lo tuve delante y no había sabido
verlo. Las últimas notas de “Eclipse” sonaron en el tocadiscos, la aguja
derrapó durante un breve instante y el brazo que la sustentaba la levantó en el
aire y la hizo volver al punto de partida. El giradiscos se detuvo y en el
silencio de la habitación pude oírlo. De nuevo un sonido leve y rítmico desde
la pared, como de pasos acercándose. Un tic-tac a cada segundo. El tiempo por
fin venía a mi encuentro.
En ese momento de clarividencia, por
fin las piezas del puzzle encajaron a la perfección. Es la música el único
punto débil del tiempo. Con la música ha sido posible crear discos que llamamos
“atemporales”, obras maestras que permanecen en la memoria colectiva y que han
ido pasando de generación en generación sin perder la etiqueta de obras eternas.
La existencia de algo atemporal, eterno, es en realidad una amenaza para el
tiempo, una mínima brecha en la Estrella de la Muerte que la convierte en
vulnerable.
Y eso al tiempo no le gusta. Y ha
luchado en la sombra para intentar destruirlo. Consiguió que la música de aires
“hippies” suene ahora trasnochada. Consiguió que los discos de los 80 suenen
ahora en su mayor parte excesivamente cargados de sintetizadores y baterías
enlatadas. Hasta acuñó un nombre despectivo para matar a los discos
“ochenteros”.
Inexorable. Cruel. Sutil asesino
de guante blanco. Así es el tiempo. Nunca llega tarde a una cita. Y hoy tiene
una que no va a poder evitar. He puesto el tocadiscos en el pasillo, y estoy
sentado en una mecedora, orientada directamente hacia la puerta de entrada de
mi casa. Una escopeta de cañones recortados descansa sobre mi regazo. Oigo el
incesante tic-tac del reloj, y si no fuera porque sé que ocurren cada segundo,
diría que van un poco más apresurados de lo normal. El tiempo siente que algo
va mal y se acerca a pasos acelerados.
La aguja vuelve a bajar y a
contactar con el vinilo de Pink Floyd. Chisporrotea una vez más y empiezan a
sonar las notas de “Time”. Le estoy llamando. Ven a por mí si te atreves. Por
todo lo que has hecho, por mis padres, mis hijos, mis amigos. Por mi vida.
Prepárate a morir.
Felicidades Nacho ,me gusta leer mucho vuestras publicaciones besos soy Ruth la mujer de David
ResponderEliminarGracias Ruth!!!!Es un honor viniendo de una gran fan del rock y de Janis Joplin
EliminarA tiempo !! No, no mates el tiempo, vencerle, que vea tu rastro inmortal, a contratiempo.
ResponderEliminarJajaja no me des ideas para una segunda parte
EliminarMaravilloso, time goes by!!!
ResponderEliminarMerecidísimo premio Nacho, da gusto leerte!!
ResponderEliminarMuchas gracias Luis!!!!!
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